sábado, 8 de enero de 2011

Dos Mujeres

Al despertar aquel día la luz del sol inundaba ya toda su habitación. Tardo unos pocos segundos en reaccionar y cuando al fin lo hizo; sus pequeños y cristalinos ojos color miel se desorbitaron. Una expresión de sorpresa y angustia se apodero de su fino y terso rostro.

Cuarenta minutos de retraso pesaban ahora sobre sus hombros. Sin pensarlo más tiempo salto de la cama arrojando las cobijas al suelo. Se despojo de la ropa de dormir y con gran habilidad se vistió, calzo, maquillo y peino el liso cabello negro que caía por sus espalda. Era ese cabello tan liso que a veces le resultaba imposible peinarlo. Por eso su padre solía llamarle “la niña de los cabellos de lino”[1]

Ese día, una peineta y unos cuantos pasadores lograron resolver la situación, por lo menos de momento. Si cada día peinarse, fuera tan simple como aquel, no tendría que pensar en tomar una navaja y ponerle fin de tajo.

Una vez arreglada, tomo su pequeña libreta azul, se miro por última vez al espejo y noto algo sorprendente: no se reconoció. Se paralizo unos segundos, segundos que fueron eternos. Era otra mujer quien le devolvía la mirada por el espejo; y en el instante que se cruzaron sus miradas desde dos planos alternos. Dos mujeres distintas habitaron la recamara.

Otro segundo murió y entonces salió del transe, sintió miedo, sacudió la cabeza y miro de nuevo. Intento recordarla y dudo por un momento que aquella mujer siempre hubiera estado ahí. Desde el espejo la otra mujer le regalaba una sonrisa, cerro los ojos y no vio más, dio media vuelta y bajo corriendo por las escaleras.


Sebastián Zárate Ramírez



[1] “la muchacha de los cabellos de lino”. Apodo que usa el padre de Sofía en la novela de Jostein Gaarder <El mundo de Sofía>, para referirse al cabello de la chica.

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